
Vivimos en un mundo en el que parece que valorar nuestro tiempo estuviese mal, en el que tener una agenda repleta de compromisos es cool, y en el que ser productivo significa hacer muchas cosas sin importar en la calidad del resultado. No sé vos, pero yo estoy un poco cansada de que eso sea lo “normal” y por eso, creo llegó el momento de hablar sobre la Productividad Minimalista.
Desde mi punto de vista, el minimalismo y la productividad van casi de la mano. Pero claro, yo lo veo así porque para mí la productividad no tiene que ver con ser un robot que no para de hacer cosas, sino más bien con hacer las cosas que realmente son importantes teniendo una gestión efectiva de mi tiempo.
¿Qué es la Productividad Minimalista?
La idea en la que se basa la Productividad Minimalista es en focalizar nuestra atención en las tareas que realmente son importantes (que aportan valor) para lograr alcanzar el objetivo que hemos determinado invirtiendo el menor tiempo posible.
Claro que para lograr esto, necesitamos primero erradicar ciertos paradigmas que se han instalado muy fuerte en nuestra sociedad. La idea de que la productividad significa “hacer, hacer y no parar de hacer”, hace que mucha gente crear que decir “estoy tapado de trabajo” o “no tengo tiempo para nada” sea sinónimo de estatus, de poder.
Y lo que es peor, que aquellos que trabajamos de manera consciente e intencionada, aplicando las bases del minimalismo a la productividad, somos vistos como “vagos” que lo único que quieren es tener tiempo libre y “no hacer nada”.
Pero seamos sinceros, si tuvieses que elegir entre estar todo el día haciendo cosas (y seguramente muchas cosas que no te interesan para nada) o tener una gestión efectiva de tu tiempo para poder disfrutar ese “no hacer nada” (y lo digo entre comillas, porque ese no hacer nada en realidad es hacer lo que de verdad queremos hacer), ¿cuál preferirías?
Yo creo que a menos que seas de las personas que no saben tener tiempo libre (ese es otro tema que podemos charlar en otro momento), seguramente te quedarás con la segunda opción.
Pero para poder hacerlo, primero tenemos que reconocer que tanto a nivel social como particular existen problemas:
- no siempre sabemos identificar lo que es de verdad importante
- no sabemos diferenciar entre eficiencia y eficacia,
- creemos que hacer muchas cosas a la vez nos acerca más rápido a los resultados,
- no sabemos realmente valorar nuestro tiempo.
Vayamos por partes.
Aprender a establecer tu prioridad
No sabemos distinguir entre las cosas que son importantes de las que no, porque nos han hecho creer que todo lo es.
Por eso cuando nuestro teléfono suena dejamos todo lo que estamos haciendo para contestar ese mensaje de WhatsApp o ese comentario que nos acaban de dejar en Instagram.
Por eso pasamos nuestra atención de una tarea a otra, sin casi darnos cuenta.
Por eso muchas veces no sabemos cómo empezar, o cómo seguir.
Tal como lo explica Greg McKweon en el libro Esencialismo, el origen de la palabra prioridad fue singular hasta bien entrados los primeros años del 1900. Después, la continua necesidad de hacer tanto como fuera posible, hizo que empezáramos a hacer uso del plural.
Y es normal, mantener una sola prioridad sería prácticamente llevar el minimalismo al extremo. Y por lo menos yo, creo que ningún extremo es bueno.
Pero si entonces, vamos a hablar de prioridades, en plural, tenemos que ser capaces de poner un filtro.
Porque no todo es una prioridad.
Tenemos que elegir nuestras prioridades según cierto criterio:
- cosas que nos aportan valor
- cosas que nos acercan a un objetivo determinado
Y esto se tiene que aplicar tanto al trabajo como a la vida.
Es normal que en nuestro día a día pensemos que tenemos cosas para hacer que quizás, a simple vista, no cumplen ni una ni otra. Por ejemplo, si tenés que tomarte un tiempo para pagar impuestos, lavar los platos o ir al supermercado, no lo pienses como tareas que no te llevan a ningún lado sino que son pasos necesarios para conseguir algo más.
Pagar impuestos tiene como objetivo no tener deudas.
Lavar los platos tiene como objetivo mantener el orden en tu casa.
Ir al supermercado tiene como objetivo tener alimento en la heladera.
Si tomamos estos ejemplos como puntapié, podemos replantearnos ciertas formas de actuar.
¿Qué beneficio me trae dejar todo lo que estoy haciendo para responder inmediatamente a un comentario en las redes sociales?
¿Qué beneficio me da posponer la alarma 5 veces por la mañana si después tengo que estar corriendo de un lado a otro para llegar a tiempo?
¿Por qué estoy aceptando este compromiso?
La única forma que tenemos de empezar a hacer menos, es identificando cuáles son aquellas tareas que nos están “robando” tiempo sin aportarnos nada ni acercarnos al resultado esperado.
Eficiencia y eficacia
Es muy normal que confundamos estos dos términos. A simple vista parecen lo mismo y prácticamente todos los hemos usado mal en algún momento de nuestra vida.
Para resumirlo de la manera más simple posible (que después de todo queremos aplicar la Productividad Minimalista en nuestras vidas), la palabra Eficaz está relacionada con el “hacer más” y la palabra Eficiencia está relacionada con el “hacer lo que hay que hacer”.
Una persona eficaz hace las cosas de manera correcta mientras que una persona eficiente hace las cosas correctas.
Hacer las cosas bien no siempre es sinónimo de productividad, porque muchas veces podemos hacer bien cosas que no nos llevan a ningún lado. Hacer las cosas correctas, es hacer lo que tenemos que hacer para llegar al objetivo determinado.
En definitiva, ser eficaz es hacer bien nuestro trabajo centrándonos en los medios y procedimientos, mientras que ser eficaz es hacer bien nuestro trabajo centrándonos en la sabia utilización de los recursos.
Veamos un ejemplo muy cotidiano:
Una persona va al supermercado y empieza a pasear por los pasillos, góndola por góndola, para comprar lo que le hace falta para la cena. Sabe de memoria lo que necesita comprar, y aún así pasa una hora y media en el supermercado porque cada tanto debe retroceder algunos pasillos porque se olvidó de agarrar algo. Cuando llega a la casa, se da cuenta de que ha comprado todo lo que necesitaba y se siente orgullosa de sí misma.
Una persona va al supermercado y empieza a pasear por los pasillos, góndola por góndola, para comprar lo que le hace falta para la cena. Tiene una lista de lo que necesita comprar y en 20 minutos está lista para pagar. Cuando llega a la casa, se da cuenta de que ha comprado todo lo que necesitaba y se siente orgullosa de sí misma.
Las dos personas consiguieron hacer la tarea de manera correcta. Sin embargo, la primera persona lo hizo de manera eficaz, mientras la segunda lo hizo de manera eficiente.
¿Por qué? Porque tenía un plan. Sabía lo que iba a hacer para la cena, anotó los ingredientes que le faltaban y cuando fue al supermercado solo tuvo que seguir la lista, lo que le ahorró mucho más tiempo que a la persona que tenía en mente la cena y se confió en su memoria para hacer la compra.
Con este ejemplo tan sencillo y cotidiano, podemos ver la diferencia entre dos ejecuciones que llegaron al mismo resultado pero con un uso de recursos completamente diferente.
Y en eso también se basa la Productividad Minimalista. En que empecemos a trabajar de manera más eficiente que eficaz, para en definitiva, lograr buenos resultados en mucho menos tiempo.
Si te interesa saber más sobre la eficacia y la eficiencia, te recomiendo el libro “La semana laboral de 4 horas” de Tim Ferriss.
El mito del multitasking
De este tema ya te hablé en otro post, por lo que no voy a hacer mucho hincapié en eso ahora. Sí, quiero volver a remarcar que el dejar de ser multitareas es un hábito que tenemos que empezar a adoptar de manera individual, para que lentamente vaya cambiándose a nivel social.
Cada vez me asombra más lo mucho que sobrevaloramos esta habilidad, cuando en realidad lo único que hace es robarnos tiempo y alejarnos de esa eficiencia que queremos lograr.
▶︎ Leé ahora el artículo: Dile NO al multitasking
El valor de tu tiempo
Sé que va a sonar a cliché, pero es la pura y absoluta verdad. El tiempo es lo más importante que tenés.
Me da mucha pena, la verdad, que haya tanta gente que siga entendiendo esto y que, por ende, continúe regalando su tiempo como si de caramelos se tratara.
Los últimos meses, trabajando en relación de dependencia 39 horas a la semana, recordé que hay mucha gente allá afuera que prioriza cómo los ven los demás en un trabajo que muchas veces ni siquiera les importa, a valorar su propio tiempo.
Y eso me parece muy triste.
Aprender a valorar nuestro tiempo es algo que tenemos que hacer a nivel individual. Si vos no valorás tu tiempo, nadie va a hacer que lo valores. Por el contrario, van a sacar provecho de eso y así es inevitable que tu agenda termine tan colmada de cosas que no tengas ni tiempo para ir al baño.
A veces vivimos como si nuestro tiempo fuera infinito, ilimitado, y no es hasta que la vida nos da un sacudón que nos damos cuenta de que damos muchas cosas por sentadas y que necesitamos hacer algunos cambios.
No es necesario llegar hasta ese punto, no es necesario tocar fondo, está en nosotros empezar a hacer esos cambios ahora.
¿Para qué sirve la productividad Minimalista?
Aplicar las bases de la Productividad Minimalista, para mí, se trata de vivir la vida que quiero vivir. De hacer que mi tiempo valga. De no tener que preocuparme por pensar que estoy malgastando mi tiempo en cosas que no me aportan valor, que no me llevan a ningún lado, que no me permiten disfrutar de las cosas que me gustan, de las personas que quiero, de la vida que me merezco.
La Productividad Minimalista no se trata de no hacer nada o de hacer poco. Sino de hacer lo que es importante, lo que de verdad aporta valor, lo que de verdad nos va a ayudar a llegar a la meta.
Hacer por hacer, por el simple hecho de llenar nuestro día de cosas pendientes o por justificar ocho horas diarias de trabajo no tiene mucho sentido.
No nos olvidemos que, después de todo, estar ocupado no es lo mismo que ser productivo.
▶︎ Conocé los hábitos minimalistas que aumentan mi productividad
